María José Pérez, asistió a TINO y llego a bajar 25 kg. Narró su experiencia previa a pedir ayuda con la siguiente historia: La otra. Tras de sí el portazo dio cuenta, a los que en la casa quedaban, que ya se había ido. Como cotidianamente lo hacía caminó por la vereda en dirección a la esquina y de ahí a la avenida que la haría llegar al trabajo. Un torbellino de ideas se atropellaron en su cabeza y después aparecieron las eternas e interminables listas. La lista de las cosas por hacer en el trabajo, la lista de las compras a realizar a su regreso, la lista de las tareas del hogar pendientes. El semáforo en rojo le impidió el paso y aprovechó ese instante para chequear, por enésima vez en esa mañana, el celular. Apenas la luz verde hizo aparición apretó el paso por entre la gente, que en dirección opuesta, intentaba cortarle el paso. Fue en ese momento que la vio; casi a la par suya una mujer le estaba observando. Apartó la vista y apuró el paso. Entonces se rió de su sobresalto y volvió a la seguridad de las listas. Pero no pudo evitar mirar nuevamente con el rabillo del ojo, y ahí estaba. La mujer a su lado también la observó disimuladamente, mientras el cabello se le agitaba por la repentina ráfaga que las interceptó en la esquina. Un bocinazo le recordó que estaba cruzando la calle sin mirar. Se detuvo y mientras el conductor le explicaba con gestos su estupidez, miró por sobre su hombro y casi se sorprendió al ver que la mujer ya no estaba. Cuando terminó de cruzar giró sobre sí misma y no pudo distinguir a aquella que por un momento creyó la estaba siguiendo. -Estoy loca- se dijo por lo bajo mientras volvía a reírse de sí misma. Apenas media cuadra la separaba de su trabajo, consultó el reloj en su muñeca y se relajó al ver que estaba en horario. Cuando llegó al edificio subió los dos escalones del hall y al levantar la vista quedó paralizada: frente a ella nuevamente la mujer la observaba. -Me siguió para robarme- se dijo.- O es una loca, o ? -se quedó sin argumentos. Trató de controlar la respiración y con cierta rigidez dio un paso. El corazón le dio un vuelco cuando vio que la mujer también caminó hacia ella. -¿En qué la puedo ayudar?-intentó sonar lo más civilizada y tranquila posible. La mujer murmuró algo que no alcanzó a escuchar, quizás los latidos del corazón estaban todos golpeando sus oídos. -Perdón pero no? -bruscamente se detuvo. Algo en aquella figura le resultó familiar, algo en los gestos, en la forma de los labios, incluso en el cabello le pareció conocido. La mujer también la observaba detenidamente, como sopesando las similitudes que alguna genética casual y fortuita parecía otorgarles. -Esto es muy extraño. ?pensó. Se disponía a increpar a la mujer frente a ella cuando algo real y contundente la abofeteó para dejarla entender. Solo entonces cayó en cuenta del espejo, el gran panel de espejo le devolvió brutal la imagen. Se acercó a la mujer y al extender su mano para tocarla, la piel se aplastó contra la superficie plana y fría del cristal. Frente a ella el reflejo incrédulo de sí misma abrió los ojos sorprendido.